martes, 24 de junio de 2008

Tomando entre semana I



26 para 27, ahora esa es mi edad. Joven pero no tanto, nací a principios de los ochentas, y obviamente no los viví, la primera década de la que soy conciente fue la de los noventa, cuando la tele aún imperaba en los hogares mas que el Internet, los casettes aun estaban vigentes y los celulares empezaban a existir. Se puede decir que vi el nacimiento de muchos adelantos tecnológicos, pero de eso no voy a hablar; ni tampoco de cómo las cosas antes eran mejor o peor, ya que, defiendo la idea de que lo pasado siempre fue mejor, sin embargo el presente de unos es el pasado de otros y muchas veces nos quejamos de cómo cambian las cosas, sin darnos cuenta de que los que cambiamos somos nosotros. Si señores, auque no queramos, nos hacemos viejos. 

Y lo sientes mas cuando te mezclas con gente menor que tu. Es una regla casi perfecta. Cuando estas envuelto luego de 5 o 6 años en un salón de clases lleno de “chibolos” (acéptese el término), y tu única ambición es lograr una superación intelectual, un grado académico, un cartón que te de un titulo profesional con el cual responder la clásica pregunta: ¿Y tu que eres? o ¿Y tu que has estudiado?. Bueno al final de esta empresa me daré cuenta si lo que estoy haciendo es realmente necesario o absurdamente voluntario. 

El hecho es que las cosas no van tan mal, por un lado dicen que el rodearte de gente joven te hace sentir joven también o mejor dicho para este caso, el juntarme con “chibolos” me hace ser un “chibolo” mas.

Así fue como el viejo “yo” se tomo uno de esos días de break entre semana, recordando los viejos tiempos, donde las responsabilidades no tenían horario y amparado por mi verdadera empresa, me daba el lujo de embriagarme cualquier día de la semana, y soltar el ultimo vaso de cerveza cuando la luz del sol fuese realmente clara. Solo que esta vez luego de un concierto estupendo, una visita por el tizon y unas horas en un bar de locos, salí a compartir el paradero con la heroica masa trabajadora y estudiante de este país, ahí me di cuenta que yo ahora les pertenecía y que mi destino no era más mi cama, sino una carpeta en el salón de clases. Tras tan irrefutable verdad en mi mente no me quedó mas remedio que tomar un taxi a mi centro de estudios y refugiarme detrás de la buena Jimena, la cual movió su carpeta en grados precisos para no darle la cara a mi “querida profe”, y poder dormir la siesta tranquilo.

Al despertar, un poco desorientado y aún ebrio, solo atine a preguntar si me habían puesto en lista, ya que asumo que la verdadera razón por la cual estaba en clases era el maldito record de asistencia, que en mi caso ya estaba bastante maltrecho. Sin embargo atine a pedir un café e ilusamente pretendí quedarme a oír una clases más, ja! . Lo siguiente que escuche fue: “Despiértenlo que ya nos vamos y tiene que poner las chelas de la parrillada de hoy”.

Si, como lo leen me esperaba una parrillada con mi amiguitos del instituto, la cual duraría muchas horas y estaría plagada de bromas, besos y alcohol, pero eso ya lo contare después…

1 comentario:

Normal 1 dijo...

Oe comenten su post pe!, aprovechen que solo escribe cuando ta sobrio jojojo